Hace aproximadamente cuatro meses, me sucedió algo en el metro que les voy a narrar pues me pareció interesante.

No recuerdo la hora, el día o la estación del metro en la que abordé, sólo sé que entré al vagón y me fui hasta la parte de atrás para no estorbar pues iba hasta el final de la línea y todos los lugares estaban ocupados, eso sí lo recuerdo bien porque iba de regreso a mi casa y siempre opto por llegar al rosario y de ahí tomar un camión.

Ahí estaba yo, prácticamente al final del vagón, recargada en uno de los tubos que se encuentran a los costados de la puerta corrediza y pensando en mil y un cosas, no iba observando a la gente aunque a veces me da por hacerlo, sin embargo ese día iba con la mente llena de recuerdos de lo que había hecho horas antes, apenas había recorrido a lo mucho dos estaciones cuando salí del trance y volteé a mi derecha, y no pude evitar observar con curiosidad un fenómeno que ocurría al otro extremo del vagón, por alguna razón a pesar de que había demasiada gente a bordo, las personas estaban dejando totalmente un circulo vacío donde nadie se paraba, era curioso pues no había nada en el suelo que impidiera el paso en esa área, sin embargo la gente que estaba a mi alrededor no me permitía ver con claridad; en cuanto se fueron bajando me percaté de que un hombre andrajoso estaba sentado en uno de los asientos de aquel lado donde no se paraban ni las moscas, era un hombre con la ropa sucia, desgarrada, cabello largo y enmarañado, la mugre estaba presente en todo su cuerpo, la imagen que vi me provocó cierto descontento con los demás y de inmediato pensé en que nuestra sociedad es muy elitista y que a pesar de que en el metro viajamos por lo general la gente de clase media y la de clase baja se vive la misma discriminación que tendría un rico para con un pobre indigente.

Quedaba un asiento disponible a lado de ese hombre, pero nadie lo quería usar, en cuanto las puertas se abrían entraba más gente corriendo para ver si podían apañar el único lugar vacío que se veía desde afuera, pero una vez dentro al acercarse al lugar y darse cuenta del acompañante que tendrían que llevar a lado se alejaban lo más rápidamente posible hasta llegar a la mitad o al final del vagón que es justo donde yo estaba, la escena se repitió varias veces y entonces sentí dolor por aquel hombre pues pensé que esa gente que lo rechazaba no tenía derecho alguno a hacer tal cosa por el hecho de verlo sucio, admito que es desagradable estar junto a alguien que huele mal, y sinceramente no sé a qué olía porque hasta donde yo estaba no llegaba ningún olor fuera de lo normal, pues todos sabemos que por lo general el metro siempre huele a mil y un olores extraños que no son precisamente fragancia de rosas, pero pudieron haber sido más discretos ante la situación, ¡pero no! Era totalmente obvio cómo la gente huía de él.

En eso estaba pensando cuando de repente el tren frenó y comencé a escuchar mucho barullo, nuevamente salí de mi trance y busqué a aquel hombre con la mirada pero ya se había ido, y la gente se distribuía a lo largo del área que habían dejado despejada antes; de inmediato pensé que todos cuchicheaban acerca de él y no me equivoqué, alcancé a escuchar a una señora que dijo “sí, el tipo andrajoso ese, el que estaba todo sucio” En mi mente dije “vaya, el hecho de que se haya bajado sí que causó revuelo porque todos están agradecidos de que se haya marchado, pero no tienen por qué ser así con él si ellos no saben si él no tiene casa o no tiene dinero o comida o agua y por eso tiene ese aspecto” pero de pronto escuché de nuevo los comentarios de la gente que decían “sí, el hombre ese todo sucio, él fue” “sí, pero se bajó y se echó a correr”.

Un señor que venía con su esposa e hijas sacó medio cuerpo por la puerta como para asomarse a buscar a alguien, miraba hacia ambos lados y luego regresaba al interior del vagón “sí ya se fue” le dijo a su esposa y de nuevo se salía para asomarse.  Parecía que todos estaban hablando entre sí acerca de un mismo tema del cual yo no estaba enterada a pesar de que iba en el mismo vagón que ellos y peor aún, el protagonista de lo que había ocurrido era aquel hombre del cual todos huían por su aspecto.

“Favor de indicar en qué vagón jalaron la palanca de emergencia para que el tren pueda continuar su recorrido” dijo una voz que no supe ni de donde llegó. -¿La palanca?, ¿Cuál palanca?- me pregunté. El padre de familia que se asomaba por la puerta gritó “es aquí, es en esta puerta” así que dirigí la mirada hacía aquella palanca roja que estaba junto a esa puerta y ¡era eso! Entonces me di cuenta de que alguien la había jalado, y no supe si ese alguien lo había hecho a causa del hombre andrajoso o si él había agredido a alguna persona. No entendía nada, así que me puse a escuchar detenidamente los comentarios de cada uno de los que estaba platicando acerca de lo ocurrido y fue entonces cuando entendí, aquel hombre del cual todos se alejaban jaló la palanca al bajar del vagón y se echó a correr, yo no lo podía creer, -¿Por qué lo hizo?- fue lo primero que llegó a mi mente.

Quizás por venganza de que todos se alejaban de él con demasiada obviedad o tal vez, por simple diversión, no lo sé. Lo cierto es que muchos llevaban prisa y todo ese tiempo que perdimos ahí detenidos en esa estación iba a ocasionar que llegaran tarde a su destino. Pero a pesar de eso hablaban con cierto desprecio acerca de él “sí, olía muy mal ¿verdad?”, “traía los pantalones todos orinados, que asco”, “ay pero qué gente”…

Llegaron dos policías  con la llave para restaurar la palanca a su estado original y que así pudiéramos seguir con nuestro recorrido y así fue, en un instante todo regresó a la normalidad, a la monotonía diaria del andar en metro; el vagón lleno de gente por doquier, todos sin intercambiar palabra alguna con los desconocidos con quienes hacía un momento habían criticado muy a gusto al que jaló la palanca, ya nadie volvió a comentar lo sucedido en lo que restaba del trayecto para llegar al final de la línea.

 

 

Finalmente llegamos al rosario y cada uno siguió su camino, no sé si alguien de los que iba ese día en aquel vagón haya comentado lo sucedido con sus conocidos, familiares o amigos, yo le conté a un par de personas pero hoy lo comparto con ustedes pues es una de las tantas cosas que ocurren diariamente en el metro de nuestra gran urbe.